martes, 16 de marzo de 2010

Añorado walkman







Por suerte o por desgracia,dejo la elección a tu libre albedrío, viajo a diario en metro y recorro al menos unas quince paradas, lo que hace que comparta trayecto con personajes de lo más variopinto. El metro me parece un sitio realmente peculiar, una especie de menú degustación de especímenes humanos donde encuentras gente de todo tipo. Me encanta obervar al resto de pasajeros y divagar sobre sus vidas. Es una costumbre que tengo desde pequeña, cuando me sentaba con mi amiga en un banco y reiventábamos la historia del que pasara. Lamentablemente no todo el mundo tiene pasatiempos tan silenciosos ni discretos como el mío.


Estábamos sentadas una frente a la otra. Yo leía, ella parecía aburrida por la monotonía del viaje y decidió que no había mejor momento que ése para repasar las prestaciones melódicas que ofrecía su móvil. Lo hizo concienzudamente, escuchando una y otra vez todos y cada uno de los tonos y politonos . Tengo la mente dispersa y cualquier acontecimiento que pase a mi alrededor despierta mi curiosidad y dejo de prestar toda la atención que debiera a lo que esté haciendo. Imagina lo que supuso para mi perturbable concentración ese despliegue musical. Interrumpí mi lectura y me la quedé mirando fijamente, con la esperanza de que percibiera las iracundas vibraciones que estaba intentando transmitirle con mi mirada, pero fue en vano. Estaba completamenta absorta en sus quehaceres.

Fue entonces cuando sin salir de Málaga nos metimos además en Malagón. Subió al metro un chico con un desbordante sentido de la generosidad dispuesto a compartir con todos los presentes la recopilación de canciones que tenía almacenadas en su móvil. Creo que ni se le pasó por la cabeza que quizás no comportíamos los mismos gustos, aunque sospecho que poco le importaba. ¿Qué pensará la SGAE de todo esto? deberían multarle, multarle y además encarcelarle. ¿Qué tendrá en contra de los cascos? ¿por qué no usarlos? la industria "casquífera" se está yendo a pique.

La fusión entre los tonos de mi aburrida vecina y los temas del DJ fustrado se convirtieron en la banda sonora de mi vuelta a casa. Me imaginé completamente ida pisando con rabia los móviles hasta desintegrarlos pero me vi ridícula y descarté la idea. Se me ocurrió algo mucho más prudente. Me levantaría, cogería sendos móviles y los introduciría por cualquiera de los orificios que tuviesen libres en ese momento, el que más daño hiciese. Pero antes de que pudiese ejecutar alguno de mis actos psicóticos se abrieron lo que me parecieron las puertas del cielo y los dos individuos se apearon.Habían llegado a su parada, por fin.Qué descanso.

Devolvieron al metro su característico murmullo, suave y continuo. Si en ese momento hubiese tenido que pedir un deseo, lo hubiera hecho al instante, sin vacilar: por favor ,que vuelva el walkman.



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