domingo, 28 de noviembre de 2010

Extrañas vocaciones

Sin ánimo de ofender y que me perdonen los aludidos, hay vocaciones que me desconciertan. Me sorprende que alguien decida por motu propio estudiar durante varios años para acabar siendo, por ejemplo, callista o higienista bucodental. En qué momento de tu vida decides que quieres dedicarte a limar callos, sacar ojos de pollo, higienizar bocas con sarro o aspirar babas. Y lo que es más importante ¿por qué? qué extraño y oscuro motivo te mueve a hacerlo.

Ante este panorama se me plantean varias dudas. ¿Tendrán algún plus por asquerosidad o similar? porque por muy vocacional que sea, dudo que a alguien le agrade enfrentarse a semejantes gajes del oficio, cuando éste está intrínsecamente relacionado con partes del cuerpo que pueden llegar a apestar. Me pregunto también qué tareas delegarán a los pobres becarios. Si normalmente han de desarrollar todo aquello que el resto deshecha, no quiero ni pensar qué clase de atrocidades les obligarán a hacer en estos sectores, seguro que en más de una ocasión han tenido que disimular la arcada.

Posiblemente hable desde la ignorancia y ambas profesiones sean apasionantes y heterogéneas, pero así, a bote pronto, me quedo con lo más popular y superficial, que me ha provocado cierta acritud hacia ellas, relegándolas así a los últimos puestos de mi lista de aspiraciones profesionales. Reconozcamos que no suena igual decir "Mamá, quiero ser artista" que "Mamá, quiero ser callista", por mucho que rimen. Y tú... ¿qué no quieres ser de mayor?