domingo, 22 de agosto de 2010

Cerrada por vacaciones

Hay a quien le deprime la ciudad en Agosto. A mí no. Me encanta el aire fantasmal que desprenden sus calles medio desiertas. La presencia de coches es casi anecdótica. Los semáforos se me antojan mero atrezzo completamente innecesario. Todo está más sosegado, como si viviese en un domingo que se eterniza. Parece que quiere despertar pero no puede. Le faltan los pasos, el murmullo, el hervor de su gente que la hace latir. Sólo algunos despistados se pasean por sus calles, leyendo el mismo cartel que se repite "Cerrado por vacaciones". Me cuesta reconocerla sin su habitual trasiego. Aunque no parece que le importe, se la ve más apacible, cercana y relajada, supongo que ella también necesita vacaciones.

jueves, 12 de agosto de 2010

Manías

Son curiosas las manías. Nos muestran a grosso modo cómo son las personas que las sufren. Todos tenemos alguna, quizás tan interiorizada que a penas reparamos en ella, pero ahí está, condicionando en mayor o menor grado nuestras vidas. Las hay para todos los gustos: enfermizas, obsesivas, simpáticas, infantiles, vulgares, anecdóticas...

Mi cuñada Lidia tiene una manía clasificable en este último grupo: entre anecdótica y peculiar. Consiste en lo siguiente: tiene la necesidad vital de leer todos los folletos, libros de instrucciones,prospectos, composición, etc. de todo aquello que se compra ella, sus conocidos, familiares y/o amigos. No hay etiqueta que se le resista. De hecho creo que ha pasado de ser una manía a ser una afición. Disfruta haciéndolo.

Las navidades pasadas mi madre me regaló un robot de cocina de esos fantásticos que le metes un pollo con plumas y te saca cocinado un pollo al jerez con reducción de manzana y patatas para chuparse los dedos
. Cuando se lo expliqué, me preguntó rauda por el libro de instrucciones para conocer todo lo que aquel robot podía hacer por mí. Le dije que tenía que reclamarlo porque no venía en la caja. Me miró con recelo y tristeza, noté cómo contenía las lágrimas. Le ofrecí el libro de recetas para compensar el disgusto, pero lo rechazó con desgana, no es el tipo de lectura que le seduce.

Me sorprende su extraño hobby. La mayoría de los mortales aborrece tener que leer las odiosas e incomprensibles instrucciones para poder empezar a utilizar algo. Yo intento evitarlo a toda costa. Sigo dos pasos de ejecución. Primero: indago si alguien de mi alrededor tiene el mismo aparato para que me dé una clase magistral de cómo funciona y ahorrarme así la soporífera lectura. Es mucho más pragmático que te lo expliquen. Igual que cuando estudias, que te dicen que si vas a clase interorizas mejor el concepto. Pues esto es lo mismo.Segundo paso: si desafortunadamente no encuentro a nadie, me resigno y leo las indicaciones básicas e imprescindibles para poder empezar a usar la máquina ( perdiéndome así un montón de prestaciones, según lo que me dice mi cuñada Lidia) . Por supuesto, esto es sólo para salir del paso. Después le doy las instrucciones y ella las lee, las subraya y destaca lo más importante. Se lo lee todo, desde la portada hasta la contraportada pasando por los diferentes idiomas, aunque no los entienda. Se involucra tanto en la historia que pasa del castellano al portugués y del portugués al alemán sin a penas darse cuenta. La trilogía de Millenium resulta aburrida comparada con un buen libro de instrucciones.

Pero como te decía, su incontinencia lectora no acaba aquí. Lo mismo se lee el manual de la Termomix que la composición del detergente, le da igual. Para mi esto es muy práctico, si quiero saber las contraindicaciones de un jarabe sólo he de preguntarle , muy posiblemente se haya leído el prospecto en algún momento de su vida.

Si la psicoanalizasen seguramente encontrarían alguna explicación lógica. Yo tengo mi propia teoría. Es una hipótesis inventada sin fundamento alguno pero no importa ( es mi post y escribo lo que quiero). Creo que de pequeña su hermano mayor, en una travesura propia de la edad, le escondería todos los libros. La pobre niña, ávida de cultura y sedienta de lectura, se buscaría rescursos alternativos para paliar la falta. Hoy aquella niña, convertida ya en adulta, sigue ejerciendo esa práctica, como acto impulsivo con reminiscencias del pasado, pero también para recuperar de algún modo la inocencia perdida... Perdón. Siento el desvarío. A veces dejo aflorar mi faceta de psicóloga fustrada y pasan estas cosas. Hay otra explicación menos fantasiosa pero más verosímil que también hay que contemplar. Quizás su manía, sea una manía más, sin importancia ni explicación y lee las instrucciones o etiquetas porque quiere saber cómo funciona el aparato de turno o cuál es la composición del detergente. El saber no ocupa lugar.

Sea como fuere no seré yo quien se la quite. Tengo una lavadora nueva y aún no sé cómo funciona.

viernes, 6 de agosto de 2010

Realidad imaginada

A veces las cosas no resultan como esperábamos. Te das cuenta de que el voceto que tienes delante apenas se parece al cuadro que imaginaste. Aunque si hubiese sido un calco exacto, posiblemente también lo hubieses acabado aborreciendo. Lo idealizado al materializare se vuelve real y por ende pierde nuestro interés. Eso sí, tendrías el dulce sabor de haberlo conseguido. Ahora te queda el consuelo de haberlo intentado y la incertidumbre de pensar si te rendiste demasiado pronto.