jueves, 15 de julio de 2010

Operación bikini


Ayer me compré un bikini. Desde entonces sólo ingiero alimentos diuréticos que me ayuden a eliminar todo lo que mi cuerpo no necesita.

Después de un feliz invierno de grasas trans camufladas en pantalones largos y holgadas camisetas, llega el verano tan cruel y sincero, sin lugar para el disimulo.

Me encontraba a solas con aquel dos piezas, aparentemente inofensivo pero tremendemente nocivo para mi autoestima, en un probador hecho a mala leche.

Te recreo el escenario para que veas que no exagero. Luz blanca cenital que bajaba varios tonos mi ya de por si lechosa piel y aumentaba en mil mis imperfecciones; cantidades ingentes de celulitis, pelos, venitas, varices... que os juro que no había visto anteriormente. 3 espejos; uno frontal y dos laterales que devolvían la imagen de mi curvilíneo cuerpo medio desnudo en 180º.  

Demasiada información. ¿Ese culo es mío?¿en serio? pues me lo cruzo por la calle y ni lo conozco. ¡Qué depresión, cuán cruel puede llegar a ser un espejo!.

A pesar del trauma acabé comprándome el bikini. Estaba al 5o%, motivo más que suficiente para llevármelo aunque me quedase como un tiro. 

Eso sí, me propuse firmemente deshacerme del tejido adiposo y de esos kilos de más a los que nadie había invitado a atrincherarse en mí. No sé desde cuándo convivo con ellos, quizás venían de regalo con el chorizo y el chocolate que he estado ingiriendo despreocupada en los últimos meses. 

Creo que este tipo de alimentos deberían avisar de las consecuencias de su ingesta. Al igual que hacen con el tabaco podrían poner  frases de advertencia tipo " Si comes de esto tus caderas irán adquiriendo dimensiones desorbitadas" o " ¡Cuidado! provoco celulitis galopante". 

Dispuesta a iniciar la operacion bikini me dirigí al Mercawoman para comprarme el más eficaz de los anticelulíticos, pero que costara como máximo 5€, que no tengo el monedero pa´ despilfarros.

Al llegar a la sección de cosméticos descubrí que en la zona de las cremas anti piel de naranja ( me encanta este eufemismo) había over booking. Por lo visto no soy la única con este problema. Un grupo considerable de chicas leía concienzudamente los efectos de aquellas cremas que prometían ser casi milagrosas y que iban a convertirse en sus aliadas en su personal cruzada.

Me uní a ellas y estudié todas las posibilidades que me ofrecían. Me perdí entre tanta promesa utópica: reafirmante, liporeductor, dermotensor, anticelulítico de choque con soja, estimulante de la circulación perifércia... ¿circulación periférica? Me sonó como a circulación chunga de extrarradio, debe de ser la Belén Esteban de las circulaciones.

No sabía cuál escoger y pensé que lo mejor sería que me asesorara una profesional, así que le pregunté a una de las dependientas que había por ahí. Por cierto, juraría que era la misma que el día anterior me atendió en la carnicería y semanas antes me había cobrado en la caja, lo que me hizo dudar de que realmente tuviese algún conocimiento fidedigno sobre la materia.

Aún así le planteé mis dudas. Dejó de reponer colonias, me miró fijamente a los ojos y cogió el repertorio de cremas que yo llevaba entre las manos. Se limitó a leer lo que ponía en la caja pero dándole una entonación especial y espontánea que transformaron su lectura en un persuasivo discurso. Acabó su soliloquio escogiendo una crema al azar y diciéndome amigablemente "Ésta te irá muy bien"

Posiblemente aquella chica tenía el mismo conocimiento de lo que me estaba diciendo  del que yo tengo sobre física cuántica, es decir, nada, ni puta idea.

Pero necesitaba que alguien corroborase que ese gel frío liporeductor redibujaría mi figura y eliminaría el tejido adiposo aportando a mi piel su tersura natural. Así que me lo creí, confié en ella y me lo compré. 

Me aconsejó también un brebaje a base de hierbas naturales y algas marinas que, según me aseguró,"deshincha un montón". Me lo compré también. Estaba dispuesta a creerme todo lo que la carnicera-cajera polivalente me dijera.

Llegué a casa con un nuevo halo de esperanza, ansiosa por empezar a ver el resultado de mi recién adquirido arsenal de belleza. 

Me bebí aquel líquido que sabía como a estiércol y me apliqué a conciencia el anicelulítico insistiendo en las zonas rebeldes y masajeando hasta su total absorción.

Para calibrar su eficacia volví a probarme el bikini y oye, no sé si será porque mi espejo me resulta más amable, por el efecto placebo o porque la luz estaba apagada, pero me encontré mucho más esbelta.

Me puse tan contenta que me dieron ganas de comerme un crusán de chocolate para celebrarlo. Pero me contuve y a cambio me comí una manzana. Muy sana, muy rica y casi igual de apetecible. Aunque el trueque no me pareció comparable, pensé que era lo más sensato para cumplir mis objetivos. 

¡Maldita operación bikini! propongo cambiarla con carácter urgente por la Operación Neopreno, que a efectos prácticos es lo mismo y nos daría un poco más de tregua.

Y pensar que hay gente que puede comer cual tocino sin que se resienta su figura. La envidia me corroe. Yo me expando si miro  fijamente cualquier alimento durante más de 20 segundos.

Aunque me consuelo pensando que, a pesar del tipín, seguro que tienen el colesterol por las nubes. 

Yo en cambio, aun con mis lorzas y mi piel de naranja, llevo mis triglicérigos a raya. Quien no se consuela es porque no quiere.

4 comentarios:

  1. La celulitis también puede ser bella :-)

    Mi operación bikini de este año ha sido un fracaso, lejos de adelgazar creo que he engordado varios kilos, pero bueno. Supongo que tendré que aplazar la construcción de un cuerpo Danone...

    Otra vez será.

    Un saludo.

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  2. ayyy! así me siento yo ahora! Special K venid a mí! jajaja. Un abrazo, te sigo sí sí sí! :)

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