sábado, 19 de junio de 2010

¿Berenjena o calabacín?

Después de varias infusiones diuréticas mi bufeta rompió su tregua y tuve que ir inexcusablemente al excusado. Cuando llegué al baño me encontré con algo cuanto menos desconcertante. Después descubriría que los dueños del bar habían organizado una especie de gincana para amenizar la estancia de sus clientes.

El objetivo estaba claro; conseguir mear sin hacértelo encima. Me encontraba delante de la primera prueba, averiguar cuál era el baño de chicas, aunque antes tenía que averiguar qué diantres habia dibujado en cada una de las puertas. Por lo visto el típico muñeco de toda la vida, lacito en la cabeza: mujeres, lacito en el cuello: hombres, o su otra variante muñeco con vestido:ellas; muñeco con pantalones:ellos, se han jubilado y han dejado paso a otros dibujos más creativos pero mucho menos comprensibles. Juraría que lo que tenía delante era un calabacín y una berenjena... ¿ o quizás un pepino y una col lombarda?. No lo tenía nada claro pero me arriesgué y aposté por la primera impresión que dicen que es la buena. De todas formas yo hubiese escogido otras opciones menos fálicas y más sugerentes que no diesen lugar a equívoco, como un nabo y una patata.

Bien, ya sabía que pertenecía al grupo de " Las berenjenas" ( más por lo femenino del nombre que por su forma) y por tanto a qué baño tenía que entrar. Primera prueba superada. Al intentar abrir la puerta comprobé que estaba cerrada. ¿ Quizás otra berenjena estaba regando el huerto? Entonces leí el cartel: "Pidan la llave al camarero". Deduje que esa era la terecera prueba. Tuve que ir hasta la barra con las piernas cruzadas y mi mano haciendo presión sobre mi berenjena para evitar la incontinencia. Intenté disimular al máximo para no parecer una loca obsesa, pero por la cara de los ahí presentes creo que no lo conseguí.

Ya con la llave en mi mano abrí la puerta todo lo rápido que pude. Una vez dentro aún me quedaba por superar la última prueba. Hasta ese momento mi mente había estado enviando órdenes de bloqueo a mi conducto urinario pero se había cansado después de tanto jueguecito. Además, al encontrarse cara a cara con el Señor de Porcelana se había emocionado y se negó a retener ni una gota más. Es curioso cómo es capaz de aguantar durante horas y al verse entre esas cuatro paredes le sobreviene la impaciencia. Empecé a ponerme nerviosa. Temí que el desastre fuese imminente, entonces recurrí al viejo truco de " pensar en otra cosa". Mientras hacía la compra mentalmente, me desabroché los pantalones con toda la rapidez y destreza que pude. Con las posaderas al aire adopté la postura que mi novio ha bautizado como " vuelo rasante". Entonces noté cómo se relajaban todos mis músculos a la par que se dibujaba en mi cara una tímida sonrisa delatadora.

A excepción de dos gotitas insignificantes puedo decir que conseguí mi objetivo, me sentía orgullosa a la par que aliviada. Después de toda aquella odisea pensé que al tirar de la cadena se oirían trompetas de victoria y animadas voces coreando mi nombre. Pero nada, lo único que obtuve fue el sonido vulgar y aburrido de la cisterna. Me dieron ganas de ir a la barra a reclamar algún tipo de trofeo o diploma de participación. Me tuve que conformar con que el baño tuviera pestillo y papel higiénico ¡de doble capa!... poca broma.