jueves, 25 de febrero de 2010

...Uno en cada mejilla


Cuando llega siempre da dos besos, uno en cada mejilla, a casi todas las de la sala... a casi todas menos a mí. Puntualizo no porque me moleste sino todo lo contrario. No soy yo muy de dar besos a quien a penas conozco, a pesar de que las veo desnudas al menos una vez a la semana. Me parece un ritual un poco absurdo en ese contexto.


Al principio era algo exclusivo para su amiga, la veía y le regalaba un par de besos. Hasta que un día la de al lado se la quedó mirando y ella dedujo que estaría pensando "y por qué a mí no si te veo cada viernes" y entonces decidió saludarla también con dos besos. Y lo mismo pasó con la del otro lado y con la de atrás y con la de delante. Sospecho que la situación se le ha ido de las manos porque cada vez somos más y por tanto más los besos a repartir. Es una especie de happy hour, de barra libre de besitos.


Todo esto me recuerda a mi época en el Tous cuando las monjas nos llevaban a alguna misa y el cura decía aquéllo de "daos la paz" y empezábamos a besarnos mutuamente, contentas de recibir un besito del guapo de clase. Era una escena muy peculiar, como si no pegase, un cura soltando un sermón a un público medio dormido que hacía caso omiso de lo que decía y de repente aquéllo se convertía en una pseudo orgía preadolescente repartiendo besos a porrillos.


Pues bien, la situación de la que te hablo es bastante similar, no encaja en su contexto, teniendo en cuenta que se desarrolla en los minutos anteriores a mi clase de aerobic, cuando estamos todas esperando al monitor enfundadas en nuestras mallas y con nuestras camisetas de propaganda customizadas. Entonces entra ella y no conformándose con un simple hola decide dar dos besos a casi todas las presentes, uno en cada mejila.

Con mi boli azul


Ni el negro, ni el rojo. El azul. Con mi boli azul anoto mis ideas, las primeras líneas de lo que pretenderán ser breves historias. Como si el boli fuese la madre y las palabras la criatura. Si quieres, estás invitad@ al bautizo.