domingo, 9 de enero de 2011

Lascivia improvisada

Notaba su aliento cerca, tan cerca que parecía acariciarme el pelo. 

Lo intuía con la mirada fija en mi cuello, como si estuviese pensando en besarlo. Lo sentía próximo, a penas distanciados su cuerpo y el mío, casi mimetizados. Nos movíamos acoplados al compás de un ritmo impuesto; a veces movimientos suaves y lentos, otras veces rápidos y bruscos. En uno de ellos él buscó la barra y me cogió la mano, se me erizó la piel. 
Mi pecho rozó su brazo y me miró ruborizado.

Le gustó, lo noté... la noté presionando donde la espalda pierde su nombre. No pareció importarle que el resto nos mirara.

Empecé a agobiarme por el ambiente, el calor, aquel murmullo constante. 

Busqué el botón que sabía que me llevaría a la gloria en escasos segundos y lo presioné. Le guiñé un ojo a mi compañero de viaje y me abrí paso entre la gente. Al abrirse la puerta me bajé del autobús.

Por fin un poco de aire fresco y espacio para moverme. Como no pongan autobuses dobles en hora punta, me temo que no podré llegar virgen al matrimonio.

2 comentarios:

  1. Buenísimo, pensaba que te habías pasado al género erótico, pero ya veo que sigues en tu línea guasona. Eres un crak!

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